(Bukowski)

bukowski a dicho: "la manera de terminar un poema como este
es quedarse de pronto callado."


En la entradita del porche del Gordo Villaroel estaba el Falcón verde intacto, siempre que el “Tigre” Gonzales lo veía repetía lo mismo mecánicamente – ¡que belleza ese bicho eh! Que momentos gloriosos pashamo’ arriba’ de esas cuatro ruedas – y largaba una carcajada de satisfacción que la verdad, contagiaba. La casita del gordo era simpaticona, toda blanca por fuera y con tejado rojo – como los americanos, vistes- me decía el gordo. Toqué el timbre y me atendió su escuálida y rubia mujer Marta, con esos colgantes de perlas truchas, y un delantal floreado. - Pasa rico, mi esposo esta en el comedor con los otros, pasa y límpiate las botas- En la punta de la mesa, el gordo Villaroel con sus sesenta y ocho años y su bigote espeso de general, con el pelo azabache engominado hacia atrás, a su derecha el Tigre con unos años menos y los ojos verdes casi como el Falcón y a la izquierda un viejo decrépito, todo arrugado y con una mirada que solo tienen las águilas. - ¿Que haces pibe?- me dijo el Gordo- sentate que ya van a estar los fideos- - Y éste, ¿Quién es?- dijo el viejo decrépito casi tosiendo y tartamudeando - Quédese tranquilo, el pibe es de los nuestros – dijo el Gordo sirviéndose un poco de vino- sabes pibe, este señor es el Mauricio Ortega, este señor pibe, era el Máster de la picana en Mar del Plata, el Máster- - No te digo que era el como el Mago de la Picana, pero casi – orgulloso dijo Ortega - Sin compasión le daba a esos zurditos- dijo el Tigre con su acento aporteñado y la boca media violácea del vino berreta – yo era un pendejo en ese entonces, ¡y como caían pibes! Los subversivos se infiltraban hasta en las escuelas primarias, eran como la mugre, estaban en todos lados, y en la facultad, todos comunistas o lo peor, Peronchos- - No se dicen mala palabras en la mesa – dijo Ortega con esa vos áspera y pegajosa sonriendo con todas sus arrugas aglomeradas en los ojos. - Me acuerdo que en una de esas cae la hermana de uno de los suboficiales, la muy puta era montonera, te imaginas como le dimos, fue una fiesta eso – decía el tigre mientras Marta servía los fideos- después el mismo hermano la borro del mapa, la verdad que la familia no se elije- - Mi amor no me gusta que hablen de esas cosas, ya sabes- le dijo Marta a Villaroel - Marta, andate bien a la mierda, en mi casa hablo de lo que se me canta, me entendistes, y si no te gusta mandate a mudar- - Bueno gordo, es tu esposa – le dijo el viejo Ortega un poco indignado y otro tanto atragantado con los fideos- están muy buenos los fideos señora- Marta se fue de vuelta a la cocina, y pudimos hablar sin interrupciones. - Cuantas anécdotas que tenemos para contarte pibe, - siguió contando el Gordo-en esos tiempos las cosas eran serias, vistes, si que no se jodía, no como ahora, cada uno sabía cual era su lugar y al que se desviaba, lo enderezábamos por la buenas o por las malas – - Se acuerda del “Jeringa” don Ortega- le dijo el Tigre con los ojos cada vez más brillosos y la boca llena de tuco- pobre el “Jeringa” se murió de un ataque al corazón- - Le decían Jeringa por que era el que le daba la pichicate a los zurditos para tirarlos de los vuelos del Rio de la Plata- me explicó el viejo Ortega con todas sus arrugas y papadas- hombre como ese ya no quedan- terminó, tosiendo con catarro y todo. - Bueno che, ¡brindemos por aquellos buenos tiempos y por que se vuelvan a repetir! – - Salute!- brindamos a coro. Las carcajadas siguieron en toda la noche de ese veinticuatro, brindando y recordando aquel glorioso día de marzo, que el país estuvo en orden.

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